En el bullicio de la ciudad, donde la vida nunca se detiene, debemos ser como ninjas, ¡con cámaras en mano y sonrisas de oreja a oreja!
Acechando momentos fugaces, como un gato persigue un rayo de sol, porque en cada esquina hay una historia esperando, lista para ser capturada en un pixel.
Los transeúntes deben entender que no son solo sombras en el pavimento, sino actores en una película improvisada, ¡sin guion y con mucho talento!
Las risas deben resonar entre las calles, y los gestos exagerados deben ser el pan de cada día;
cada mirada, cada tropiezo, se convierte en una obra maestra de pura poesía.
Debo recordar que la luz es mi mejor amiga, y que un buen ángulo puede transformar hasta la más triste de las sinfonías.
Así que debo moverme rápido, como si fuera a perder el tren, porque la vida pasa volando y las oportunidades no esperan a nadie.
Intento encontrar la belleza en lo cotidiano, lo raro y lo turbio.
Porque en esta danza caótica del día a día, cada disparo es un poema visual que nos regala alegría.











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