Ya sea en blanco y negro o en color, quienes amamos la fotografía seguimos persiguiendo esos instantes mágicos que nos despiertan una emoción, una sensación, algo que nos sacuda por dentro.
En mi caso, me resulta más natural expresarme en blanco y negro. Me identifico más con esos “impulsos” de luz y sombra que una imagen deja al impactar en la retina. Hay algo directo, esencial, casi visceral en ese contraste.
Con el color lo intento, pero a menudo me pierdo en un laberinto del que me cuesta salir.
Y quizás ahí resida precisamente su sentido: entrar en un universo que me atrape, me confunda y me devuelva más preguntas que respuestas…











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